Adentrarse en el mundo del té, ya sea por placer o para acceder a sus múltiples propiedades benéficas, no es tarea fácil. Quienes deciden iniciarse en esta milenaria bebida generalmente se enfrentan a un sinfín de términos rebuscados, categorizaciones y cánones que terminan por alejarlos más allá de enamorarlos. La realidad, es que el té es más simple y divertido de lo que parece. De nuestra mano te guiaremos por este maravilloso mundo lleno de las placenteras sensaciones que el té nos proporciona.

Empecemos respondiendo la pregunta clave… ¿Qué es el té? Originario de China, el té es la bebida que resulta de la infusión de hojas y brotes de la Camellia Sinensis, un arbusto de follaje perenne valorado por su sabor ligeramente amargo, astringencia y propiedades revitalizantes. Según su proceso productivo, puede clasificarse como té blanco, amarillo, verde, negro, oolong y puerh.

Por el contrario, todas las mezclas de productos como flores, frutas, cortezas, raíces, especias, semillas o hierbas, que no incluyen hojas de Camellia Sinensis entre sus ingredientes, se consideran tisanas. Generalmente libres de cafeína, las tisanas suelen tener efectos calmantes o relajantes.

¿Qué tienen de diferentes tés blancos, verdes, negros…?

Para que sigas adentrándote en el mundo del té, debes saber que todos y cada uno de ellos provienen de la misma planta, Camellia Sinensis, y es su proceso productivo el que determina su textura, color, aroma y sabor final.

El té blanco, por ejemplo, se produce con los brotes más finos y tiernos de la planta, cosechados manualmente aún con la delicada pelusa plateada que los cubre. Las hojas suelen secarse al sol o en horno a bajas temperaturas, de no más de 40 °C, para reducir su contenido de agua. El resultado final es una infusión de sabor dulce y sutil, con delicadas notas de melocotón, azúcar blanca, finos matices florales y de frutas blancas. Las variedades más excepcionales se producen en China, Sri Lanka, Kenia y Darjeeling.

Los tés verdes son ligeramente más procesados que los blancos, pero no sufren un proceso de oxidación. Las hojas se cosechan y se dejan marchitar por algunas horas; posteriormente se someten a un proceso de fijación de color con vapor o secado en sartén, con el propósito de eliminar su humedad y evitar la oxidación. Los sabores del té verde varían enormemente; pueden ofrecer notas herbales y vegetales, como en el caso de los tés japoneses; sutiles matices de durazno y chocolate, en los procedentes de China, o perfiles intensos y ahumados, en variedades de Taiwán.

Considerado una rareza en peligro de extinción, el té amarillo se produce en muy pequeñas cantidades, principalmente en las provincias de Anhui y Hunan, en China. Su proceso productivo es similar al del té verde, excepto que las hojas se someten a un proceso de secado más largo. Conforme las hojas húmedas se secan, adquieren un color amarillo y pierden algunos de los sabores herbales y vegetales tan distintivos en los tés verdes.

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La oxidación del té

Para conocer más del mundo del té, debes conocer la importancia que tiene su proceso de oxidación. El proceso productivo del té negro provoca que sus hojas produzcan un aceite esencial que resulta en una infusión muy aromática, de color ámbar y sabor profundo. Primero, las hojas y brotes de Camellia se exponen al aire para reducir su humedad, suavizar y comenzar a liberar la enzima responsable de la oxidación.

Después, se enrulan con presión manual o mecánica, liberando más y más aceites esenciales. Una vez listas, se someten a un proceso controlado de oxidación: reacción química que sucede en las hojas cuando sus componentes entran en contacto con el aire, la humedad y el calor. Finalmente se secan. Generalmente, los tés negros poseen intensas notas frutales, de vegetales dulces cocidos, azúcar mascabado e incluso tonos ahumados.

Té oolong y Puerh

De hojas parcialmente oxidadas, estos tés son sumamente aromáticos y potentes en sabor, puesto que combinan las cualidades sensoriales de los tés verdes y los negros. Su producción, asociada con tradiciones y costumbres milenarias, inicia con la cosecha de las hojas mismas que se someten a la influencia de los rayos del sol y después se dejan marchitar para promover la oxidación.

La parte crucial en todo el proceso es saber cuál es el momento justo para secar el té y detener su oxidación, algo que requiere muchísima experiencia. Ya terminados, los oolong pueden variar enormemente en aroma y sabor dependiendo de su grado de oxidación; pueden ir de suaves notas florales y de melocotón, a sabores más completos y tostados, que recuerdan el gusto de las nueces y frutos secos.

El puerh, originario de Yunnan, en China. Fermentado y oxidado, es el único té que mejora con el añejamiento. Existen dos grandes familias: Puerh crudo (Sheng) y Puerh cocido (Shou). El primero se produce con hojas cosechadas, secadas al sol y comprimidas, que se añejan de forma natural; su infusión es verde en color, con aromas y sabores herbales muy suaves. El segundo se cosecha, procesa y seca parcialmente, lo que favorece el crecimiento de bacterias y levaduras naturales. Una vez fermentado, el té se seca y añeja en cuevas subterráneas, que ayudan a potenciar su carácter robusto y terroso.